El verano del tomate Gallego.
El 2016 fue el verano de los tomates gallegos: el negro de Santiago causó un furor tal que algunos productores tenían lista de espera y lucieron como reclamo en las cartas más cuidadas. Consumidores y cocineros gallegos se han enamorado de estas variedades, por su textura golosa y porque les llegan en su punto, oliendo todavía a huerta, gracias a que apenas han pasado por la nevera, ni por jornadas enteras de viaje en camiones. Toda esta fiebre es fruto de un trabajo, casi de detectivesco, que han realizado en el Centro Investigacións Agrarias de Mabegondo y en el Centro de Formación e Experimentación Agroforestal de Guísamo. Allí llevan seis años contactando con familias que conservaban semillas autóctonas cual si fuera parte de su herencia: en el 2015 editaron una guía en la que identifican a 18, algunos con nombres tan especiales como sus formas o sabores